Y después,
cuando llegó el invierno y no
había más trabajo que hacer en el campo, se retiró a una
cueva en la montaña y siguió trabajando
en su Hua T’ou. Hizo una cama de olorosas
espinas de pino. Para la comida
recogía piñones y sacaba raíces de la tierra. Con
arcilla se hacía un puchero, y
después de cocerlo al fuego, podía hervir nieve para
hacer té y sopa.
Cerca de su cueva había una
pequeña aldea y cuando el invierno se estaba
terminando, y la gente agotó sus
provisiones, comenzaron a acudir a él rogando
comida. Les daba lo que podía y
les enseñaba donde estaban los mejores pinos y
raíces, pero muchos estaban
demasiado débiles para buscar comida. Peor aún, en su
hambre todos se volvieron
tacaños, egoístas y pocos dispuestos a ayudar.
El hombre tuvo una idea. Sabía lo
que hacer. Hizo un gran puchero de arcilla y lo llevó
al centro de la aldea. Llenó el
puchero con nieve y prendió fuego bajo él.
Naturalmente todos los aldeanos
vinieron a ver lo que estaba haciendo.
"Hoy – anunció – les
enseñaré como hacer sopa de piedra." Todos se rieron. No es
posible hacer sopa de piedras.
Pero el hombre escogió varias piedras de la falda de la
montaña y después de lavarlas
cuidadosamente las echó al puchero.
Entonces, del bolsillo de su
gastado abrigo sacó unos pocos piñones y algunas raíces
secas.
Uno de los aldeanos dijo:
"Necesitará algo de sal para la sopa."
"¡Ah! – dijo el hombre – No
tengo sal."
"Yo sí – dijo el aldeano –
correré a casa y la cogeré."
Otro aldeano dijo: "Sabe,
por casualidad tengo un repollo en mi bodega. ¿Le gustaría
incluirlo en la sopa?"
Y el aldeano corrió a casa para
ir a buscar su viejo repollo.
Otro aldeano le ofreció dos
zanahorias secas mientras que otro recordó una cebolla
que tenía guardada. Puñados de
arroz vinieron de muchas casas.
Unos pocos más de vegetales
viejos, un pequeño apio silvestre, un poco de pimienta, y
entonces, para el deleite de todo
el mundo, el delicioso olor de la sopa llenó el aire.
¡La gente trajo sus cuencos y
comió con placer! Había sopa para todo el mundo. Todos
estuvieron de acuerdo: "¡Qué
hombre más inteligente que es capaz de hacer esta
delicada sopa de piedras!"
Le agradecieron al hombre su receta, cuyos principales
ingredientes eran amor al prójimo con una noble intención y generosidad.
De nuevo el hombre regresó a su
cueva y continuó trabajando en su Hua T'ou,
"¡Amitaba! ¿Quién es, él que
ahora repite el nombre de Buda?"
Pero se extendió su fama por ser
una especie de "chef de sopa de piedra"; …
Cuando nos unimos en intención y
propósito todo resulta posible, hasta un delicada sopa de piedras.